¿Qué pinta lo queer?

Transhabitar

Antes de saber cuál es el rol en sociedad de las personas trans, si es que lo poseen, primero deberíamos hablar de qué es ser trans. Normalmente se suele referir a las personas trans como personas que no se sienten identificadas con su sexo, personas que nacen en cuerpos equivocados o personas que desean hacer una transición de sexo. Si bien ser una persona trans es ser una persona cuya identidad de género es distinta a su sexo asignado al nacer, esto puede resultar un poco confuso, pues los términos tienden a trastocarse. Según la FELGTBI+ (2020):

Persona trans es un término general e inclusivo, que engloba a aquellas personas cuya identidad y/o expresión de género es diferente de las expectativas culturales basadas en el sexo que se les asignó al nacer. Incluye personas transexuales, transgéneros, personas trans no binarias, con expresión de género fluido y otras variaciones de género.

Una persona trans es, por tanto, cualquier persona que no se sienta identificada con aquellas etiquetas de género que se imponen en el momento del nacimiento a través del sexo. Aquí es donde, sin embargo, suelen comenzar muchas de las problemáticas de entendimiento acerca de las personas trans. Utilizar elementos o realizar acciones que no se presuponen como parte de la normativa del género que se te es asignado al nacer, como utilizar ropa femenina siendo un hombre o no depilarse siendo una mujer no implica transgeneridad. Lo trans es una cuestión identitaria. Igualmente, el propio concepto trans es un concepto aún abierto a debate. Dentro del propio colectivo existe una disputa entre los términos trans, transgénero y transexual, muchas veces intentando dictaminar formas correctas e incorrectas de lo que es ser trans, transgénero o transexual. Algo en lo que existe un consenso relativamente general es que el concepto trans es un concepto paraguas que engloba muchas formas de experimentar la disidencia de identidades, además de separarla de nociones únicamente médicas (Iturri 2021, p. 17). Pero como término paraguas que recoge tantas identidades de género, ¿qué son estas identidades?

Lo trans no existe desde los inicios de la historia tal y como lo conocemos actualmente. Las identidades trans son también situadas y tienen su origen en los profundos cambios sociales generados debido a los avances de la medicina y los giros neoliberales que están favoreciendo un cambio, fragmentación y énfasis sobre las identidades individuales viéndose reflejado, por ejemplo, en las políticas de la identidad (Iturri 2021, p. 16).

Lo trans ha sido concebido desde la patologización desde que se visibiliza su realidad. Hoy en día, esa patologización continúa, sobre todo desde la psiquiatría, que «patologiza la disidencia de género y coloca en la responsabilidad individual un problema colectivo derivado del sistema de género» (Iturri 2021, p. 18). Además, la primera categoría que surgió sobre dicha disidencia fue la propia homosexualidad, ya que se consideraba a las personas homosexuales como sintientes del género contrario ya que, por ejemplo, un hombre al que le gustase otro hombre en realidad poseería los deseos de las mujeres (Iturri 2021, p. 19). En la década de los 50 es cuando se establece el concepto de transexual para las personas que se sienten continuamente del sexo contrario, diferenciándolo de la homosexualidad y el travestismo, siendo la propia medicina y el avance de la ciencia y la tecnología las que permiten la propia existencia de la transexualidad (Iturri 2021, p. 19). A raíz de toda esta evolución de concepciones, es interesante llegar a la conclusión de que la homosexualidad se entendía como transexualidad al redirigir todas las orientaciones sexuales a la heterosexualidad, reforzando las interrelaciones entre sexo, el género y la orientación sexual y la heterosexualidad obligatoria de la que hablaban las teorías queer de principios de este siglo.

En definitiva, la identidad de las personas transexuales se construye de forma circular: los estándares médicos crean un perfil al que hay que ajustarse para poder acceder a determinados procedimientos influidos por la construcción social y, a su vez, la construcción social se retroalimenta del discurso médico. Esta manera de comprender lo trans surge, por tanto, del avance de la ciencia, de la flexibilización y relajación de los roles de género y de la influencia de modelos anglosajones que nos sitúan en una manera de concebir el género occidental y situada. (Iturri 2021, p. 20).

¿Qué pasaría si todo fuese trans-algo? ¿Qué pasaría si fuésemos trans-todo? ¿Sería algo trans-algo si todo es trans-algo? ¿Qué ocurre cuando todo es trans-algo y desaparece el trans-algo? ¿Seguiríamos llamando a todo trans-todo? ¿O le quitaríamos el prefijo y podríamos empezar a llamarlo todo de nuevo trans-algo? 

El prefijo trans- en la lengua no es más que una forma de expresar “detrás de”, “al otro lado de”, “a través de”, “que atraviesa”, “que está más allá”. Lo transdisciplinar es solo aquello que está más allá de la disciplina. Lo transhumano es solo aquello que está mas allá de lo humano. Pero lo trans es violencia. ¿Somos realmente violencia? ¿Cuándo hemos empezado a ser violencia? ¿Cuándo hemos empezado siquiera a ser violentas? Cuando hemos empezado a responder. Cuando hemos empezado a habitar con y en violencia. Cuando hemos empezado a habitar en violencia. Cuando hemos empezado a habitar la violencia.

Disentir y sublevar

Hablar de disentir también puede funcionar en un espectro en el sentido en que existen cientos de manifestaciones de disentimiento. Desde la crítica, pasando por la oposición y la manifestación hasta llegar al terrorismo. Este espectro es, a su vez, mucho más confuso, pues los espectros suelen entenderse como una línea (o un rectángulo) donde se posicionan diferentes elementos, entendiendo que los límites son los extremos. Sin embargo, en este caso, el extremo donde se posiciona la crítica no es entendido como un extremo por el público general

Este espectro, por tanto, funciona mucho más como una escala de niveles, donde la crítica suele entenderse como moderación y democracia, mientras que el terrorismo, modo de disentimiento, es extremismo. Si bien no negaré lo comprensible que esta expresión, y jamás podría comparar la crítica (o la palabra) con el terrorismo, resulta fascinante lo complicado que es colocar aquí el terrorismo de Estado. ¿No es esta violencia por parte del Estado, acaso, una forma de disentimiento contra la ciudadanía? En realidad, disentir es algo que solo puede hacer la ciudadanía, pues el Estado no necesita pasar por ese paso, tiene la capacidad directamente de imponer su opinión (pues, claro, posee todos los mecanismos del monopolio de la violencia). También hay algo que solo puede hacer la ciudadanía: sublevarse. Con el concepto de sublevación no pretendo animar a un golpe de Estado, sino a posicionarse activamente en contra de lo impuesto y, sobre todo, en contra de la violencia estatal.

Disentir, además, se convierte, no en una obligación como tiende a expresarse, sino en una necesidad. Y de por sí, atendiendo al apartado anterior de este texto, transhabitar es una forma de disentimiento. El disentimiento se convierte en una necesidad en el momento en el que se convierte en la única forma de ver la luz al final del túnel -sin hacer referencia a la muerte-, sabiendo que la única forma de salir del bucle de supervivencia y poder comenzar, por fin, a vivir, es sublevarnos ante todo lo que hay, ante todo lo que nos dan, ante todo lo que sufrimos. Comencemos a vivir, disintiendo y sublevándonos. Sublevación de los espacios, de la cultura, del tránsito, de la transición, de la violencia. La sublevación de lo establecido es nuestra forma de comenzar a vivir, para poder tener la posibilidad de morir con dignidad.

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Lo que abarca la violencia